Siete propuestas para promover la industria alimentaria peruana y hacer frente a las importaciones

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En palabras del analista Ángel Manero

La agricultura peruana no puede soportar el incremento incesante de la oferta en frescos sin destruir los precios, por lo que tiene que mirar hacia la creación de industria que atienda el mercado local de forma competitiva. Aquí propuestas concretas para rescatar sectores clave como el de la harina, cebada, palma aceitera, etanol, algodón, papa y leche.

Cada país necesita encontrar su camino productivo, aquel espacio en que se especializará de tal manera que sea altamente competitivo y rentable. El Perú parece haber encontrado un buen espacio en la exportación de alimentos frescos como frutas y hortalizas; sin embargo, este esquema de negocios no puede crecer infinitamente.

El analista Ángel Manero lo grafica con datos:  Perú cuenta con 128 millones de hectáreas, de las cuales -según el Cenagro de 2012-, un 38% se dedica a la actividad agropecuaria. De esta porción, 7 millones de hectáreas son agrícolas, pero unas 4 millones de hectáreas se riegan con secano, lo que deja que 2.5 millones de hectáreas es el total que se dedica a la agricultura comercial con riego permanente. Puede parecer poco, pero cada año se incorporan 50 mil nuevas hectáreas en promedio bajo riego, lo que incrementa la oferta y crea problemas.

Y es que con un incremento de productividad de 4% y una demanda que solo crece 1% anual, el panorama para la caída de precios está cantado. «No podemos crecer ilimitadamente exportando frutas y hortalizas, que son mercados relativamente pequeños, donde 5 mil nuevas hectáreas pueden saturar los mercados y tirar los precios al suelo. No se crea que podemos hacer 200 mil nuevas hectáreas para agroexportación, porque eso va a incrementar la oferta y quebrar a todo el mundo», advierte.

Lo que se requiere ante este ejercicio de prospectiva es buscar alternativas, y una de las que está más a la mano y depende sobre todo de voluntad política, es el fomento de la industria alimentaria para el mercado interno, de tal forma que se quite presión a la oferta. Manero presentó por ello propuestas específicas para siete productos clave que pueden conducir al país por ese camino.

Harina
Perú importa anualmente unos 500 millones de dólares de harina de trigo, lo que equivale a 2 millones de toneladas. Este insumo se utiliza para panificación, fabricación de fideos y galletas. Una alternativa de intervención es una sustitución progresiva hasta alcanzar el 3%, que implique el uso en ese porcentaje de harina de granos andinos para fomentar su consumo. Esta acción significaría una demanda de 60 mil toneladas de harina de granos andinos, lo que puede traducirse en 40 mil hectáreas e ingresos de 60 millones de dólares anuales para nuestros productores de quinua, kiwicha, kañiwua, casi sin afectar el producto final.

Cebada cervecera
La industria cervecera importó en 2019 unas 121 mil toneladas de cebada por US$ 36 millones de dólares. El 100% provino de Argentina y tuvo un solo comprador: Backus & Johnston, que pagó en promedio 300 dólares por tonelada. Manero explica que todo ese volumen se puede producir en el país tal como se hacía en Cusco cuando existía la empresa Cervesur. Es cierto que la cebada peruana podría ser más cara que la argentina, que se produce en extensas pampas y que pronto serán transgénicas, por lo que se necesita un incentivo. Este puede aplicarse a través del impuesto selectivo al consumo, que actualmente es de 2.25 soles por litro, un valor que puede reintegrarse (devolución de un 5% del ISC) si la industria usa cebada de pequeños productores locales. En términos aterrizados, esto significaría destinar 640 soles adicionales al agricultor nacional por tonelada de cebada y generar desarrollos de hasta 40 mil hectáreas. Si solo un 30% de la industria usara cebada nacional, se requerirían 87.500 toneladas métricas en producción en la región andina peruana.  

Biodiésel y palma aceitera
Al amparo de la Ley 28054, que fomenta los cultivos alternativos a la coca, en el Perú se empezó a consumir biodiésel en combinación con diésel. Al principio fue un 2% de volumen y luego 5%. La idea era que PetroPerú y Repsol compraran la producción nacional, pero optaron por importar desde Estados Unidos con dumping -a lo que tuvo que aplicarse derechos compensatorios- y luego desde Argentina, también con dumping. Actualmente, Argentina ha ido a la Organización Mundial de Comercio para reclamar por esta medida. Ante un esquema trabado como este, una salida para reducir los 300 millones de dólares anuales en importación puede ser trabajar también sobre el impuesto selectivo al consumo que es de 1.40 soles por galón, de tal forma que el 5% que se usa para combinar con el petróleo refinado se exonere y se traslade hacia la creación de cadenas de abastecimiento de pequeños productores.

«También se puede hacer que las empresas de hidrocarburos estén obligadas a establecer centros de acopio y almacenamiento donde esté la oferta, como Ucayali o San Martín, con tanques de almacenamiento para que haya licitación con entrega allá … así será más competitivo el producto de Ucayali ante el importado», observó Manero.

Etanol
Una vía similar se propone para el etanol, que actualmente se paga con mejores precios en Europa gracias a factores como la ‘cosecha verde’, que implica producción sin quemas y con control biológico de plagas. Paradójicamente, Perú, que produce ese combustible de calidad, importa uno barato de Estados Unidos que es subsidiado y que no permite que se le exporte. Actualmente Perú importa unos 200 millones de dólares anuales en etanol o el equivalente a la producción de 40 mil hectáreas de caña de azúcar. Con un impuesto selectivo de 1.22 soles por galón, se puede proponer la devolución de ese factor (7.8% del ISC) para beneficio de los pequeños productores del norte peruano, de tal forma que se vuelvan competitivos frente a las importaciones subsidiadas. También se puede planear centros de acopio y almacenamiento en Piura o Lambayeque que ayuden en este objetivo. Como si fuera poco, el etanol de maíz -que produce EE.UU.- tiene balance energético negativo, es decir que consume más energía para crearse que la que luego produce, en cambio el de caña de azúcar tiene un balance energético positivo.

Algodón
Es sin duda el cultivo más afectado con la liberación de las importaciones, lo que se refleja en que actualmente existen apenas unas 5 mil hectáreas ante el avance de cultivos de panllevar en la costa, afectando así la producción de la sierra y generando sobreoferta con precios bajos. Nuestro país importa unas 45 mil toneladas de esta fibra al año por un valor de 90 millones de dólares, lo que equivaldría a unas 35 mil hectáreas de producción. La desaparición del algodón es un lujo que no podemos darnos, dice Manero, por lo que una medida -ciertamente con un matiz controversial- es permitir la importación de semillas transgénicas. Puesto que no se trata de un alimento, sino que iría a la fibra textil, no debería haber problemas. Reconoce sin embargo que habría problemas con normas como la reciente aprobación del dictamen en la Comisión de Pueblos Andinos, Amazónicos y Afroperuanos, Ambiente y Ecología del Congreso para extender la moratoria a los transgénicos. «Hay que tener cuidado, el algodón no nos causaría problema (con los transgénicos); esto debería abordarlo el siguiente Congreso», pide. Asimismo, se debe incluir a la industria textil en la Ley de Promoción Agraria para apuntalar su competitividad e integración con el agro, así como otras medidas complementarias de promoción.

Papa
En Colombia se ha generado un impuesto antidumping a la papa prefrita importada de Europa para proteger su industria local. En Perú esto no sucede, en principio, porque no hay tal industria, lo que no quiere decir que tenga que seguir siendo así. Se estima que este año se importará al mercado peruano 40 mil toneladas de este producto por un valor de 32 millones de dólares. Se sabe que se requieren dos kilos del tubérculo para producir un kilo del formato prefrito. La variedad ‘Única’ parece ser la de mejor prospecto para estos emprendimientos, pero tiene que haber incentivos para el sector privado. Una forma de ir en ese camino es usar la Ley 30309 para la promoción de innovación empresarial, de tal forma que haya beneficios para las empresas que inviertan en las nacientes industrias locales a través de descuentos impositivos. Estos centros necesitan ponerse a andar con proyectos pilotos de producción de 1 tonelada por hora para que, en un plazo de producción de 200 días al año, se obtengan 4 mil toneladas de papa prefrita congelada. Con tres plantas de este tipo ya el panorama comercial cambiaría. Es fundamental el rol del INIA, que debe involucrarse tal como hacen sus pares de Chile, Colombia y Brasil con visión comercial y estratégica.

Leche
Perú importa unas 50 mil toneladas de leche en polvo por 150 millones de dólares (equivalente a 150 millones de toneladas de leche fresca). En este caso es clave el trabajo con la empresa Leche Gloria, que cuenta con su propia red de acopio en contacto directo con los productores, sin intermediarios, lo que es un buen ejemplo para otras industrias y debe premiarse con la exoneración del impuesto selectivo al consumo del combustible que utilizan esos vehículos, tal como sucede en otros países donde no existe el ISC. Esto permitiría devolver al ganadero una parte del valor por litro y fortalecería la competitividad de la oferta local.

Otro aspecto relevante en esta industria es el correcto etiquetado, ya que el producto recombinado que utiliza leche en polvo importada debe diferenciarse del que se hace con leche fresca de los pequeños productores locales. Este aspecto puede ser bien aprovechado por el marketing para impulsar un mercado muy subsidiado como es el de la leche y que necesita protección. 

Dato

Ángel Manero participó de la conferencia virtual «Integración agropecuaria con la industria», organizada por Planeamiento & Gestión.

Fuente: Agraria.pe

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